Muere Concha Márquez Piquer a los 75 años
La hija de Concha Piquer había estado más de un mes ingresada por una infección respiratoria
Concha Márquez Piquer ha fallecido este lunes a los 75 años. La artista, que atravesaba un delicado momento de salud desde hacía semanas, era la hija de Concha Piquer, una de las figuras más relevantes de la copla en España.
Desde su juventud, Márquez Piquer dio recitales con la figura de su madre como protagonista. En 1980 el periodico El País, recogía uno de ellos, donde se afirmaba que “tiene voz que se ondula con gracia, ha heredado el matiz y el ademán austero. El espejo es muy fiel”. Ella reconocía que pese a sus constantes giras y a sus tablas (debutó a finales de los años sesenta) los nervios nunca dejaban de traicionarla. “Como es bien sabido, cada año me presento en Madrid. Pues, así y todo, no acabo de acostumbrarme. Cada vez es como un triple salto mortal. Por conocimiento de la profesión, he salido serena al escenario; pero la procesión va por dentro, y las piernas te tiemblan, como de costumbre”, afirmaba. Hace años que Conchín, como la llamaban en familia, se bajó de los escenarios. Su última aparición pública tuvo lugar en marzo de 2017, cuando presentó su autobiografía, Yo misma, en la sede de la SGAE, en Madrid.
Concha Márquez Piquer [Clic]
Primer LP de Concha Márquez Piquer cantando las canciones de su madre y presentado por la propia Concha Piquer.
En el interior del LP figura un Poema Inédito de Rafael de Leon que
escribio a Conchita Piquer en Madrid el 25 de agosto de 1944, rumbo a
América y que termina así:
"Quiero darte un consejo; cuando estés en cubierta, haz que los
marineros te velen la garganta, para que las sirenas no se mueran de
envidia y te roben la voz al filo de la noche"
Concha Márquez Piquer le contesta en este disco:
Adorada madre; Ya sé que aceptaste el consejo de Rafael y siempre hubo
un marinero velando tu garganta... Un marinero sin tatuaje, con nariz
grande y el alma más grande aún, que surcó a tu lado todos los mares y
tocó contigo todos los puertos.
Se llamaba Antonio y tengo la inmensa suerte de que me regalara ese apellido que llevo antes del tuyo.
Habrá habido sirenas ¡claro!, que hubieran querido " robarte la voz al
filo de la noche", Si las hubo, no las mató su envidia, sino tu voz
irrepetible.
Pero ya ves, muy poco después de que Rafael te escribiera ese hermoso
poema, empecé yo a nadar en tu agua. No soy -lo sabes- ni he sido ni
seré nunca sirena que se muera de envidia, sino quien vive con orgullo
de haberte oído cantar todo tu repertorio en la primerísima fila de tu
esplendido interior... Como también más tarde, te vi llorar de alegría
ante mi primera risa... ¿te acuerdas?, cuando me quedaba dormida entre
tus brazos mientras me cantabas... ¡Qué privilegio!
Por eso no es mérito que pueda yo hoy cantar tus canciones. Es tan solo una consecuencia.
Todo en mí lleva "tu número", "tu etiqueta, "tu guía... Y también
espero, las cosas que quedan "fuera de tu equipaje", el "duende"..., el
"suspiro"... el "pellizco del cantante"...
Yo sé que cuando canto, es tu casta lo que canta en mí, quizás porque
jamás niña alguna tuvo canciones de cuna mejor cantadas. Creo que ahí
empezó el eco que hoy se convierte en este cantar. En este cantarte a
ti, la mejor madre que yo hubiera podido soñar.
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